Han cambiado los hábitos de consumo pero todavía falta un buen trecho. También cambió el año hace 5 largos meses. Lo que tardó la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB) en dar a conocer el Informe Económico de 2011. Datos interesantes se pusieron encima de la mesa.
El número total de empresas se reduce a una tasa aproximada del 3% pero esto no impide la dominancia en el sector de las PYMES que representan el 96,2% del total. El número de trabajadores empleados creció en un 0,4% cosa que supone un 20% del total de la industria. No es de extrañar que la tasa de paro sea la mitad que en el conjunto del país.
La alimentación todavía es imprescindible y todos lo sabemos. Tan claro lo tenemos que en la mayoría de los casos supone la primera salida mental hacia la crisis particular que cada despedido padece. Si no piensa en un bar tiene en mente una granja de pollos. Otra cuestión a cortísimo plazo es que el proyecto sea factible. Los capitales de cada uno permiten lo que son capaces de adquirir. La clientela acaba juzgando a largo plazo la rentabilidad de aquel pequeño porcentaje de proyectos que sale adelante. El desempleado no suele ser de estirpes millonarias para permitirse diseñar grandes infraestructuras. Pero algún afortunado existe con capacidad de distribuir alguna que otra cosa. Producir todavía es más costoso y reservado a otra minoría mucho más exigua.
Los que mayor fortuna acumularon en el pasado año fueron aquellos que optaron por la dedicación al mundo de la comida. La fabricación de alimentos sólidos creció un 1,8% frente a la caída del 4,4% en la industria del líquido. Un dato demoledor desvelado por un informe económico que no debería pasar desapercibido. La recesión nos empuja hacia lo más necesario.
Ineludiblemente muchos consumidores han aprendido a valorar aquella bebida que no se fabrica. La mejor de todas como es el agua resurge sin alcanzar el esplendor perdido. Las cifras así lo avalan, como también la lentitud del proceso. Han cambiado los hábitos pero no drásticamente. Por eso, quizás a la mayoría tampoco le importe demasiado lo que come, sino exclusivamente su precio. Por eso más que crecer el consumo de alimentos simples como los cereales lo hacen mucho más los procesados de menor precio como las pizzas. La fijación por la marca empieza a tener el mismo interés que la preocupación por la lectura de los ingredientes.
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