La plaga de recortes sigue su camino inexorablemente. En esta ocasión no me atropelló el coche tijeras en las puertas del dispensario clausurado. Fui embestido por el edicto anunciado en la caja de una frutería.
A partir de cierto día que está por ver, pues la vista no alcanza, la tradicional bolsa de plástico en la que se envolvía la compra será cobrada a un módico precio de dos céntimos de euro. Como alternativa al carísimo recipiente se ha empezado a comercializar otro envase más duradero. A mayor uso menor desgaste medioambiental.
Eso es lo que preocupa a nuestros representantes. El deterioro de nuestro entorno es tal que la tendencia señala la necesidad de aislarse del espacio colindante.
Estaban tan horrorizados los mandamases que tuvieron la brillante idea de cortar de raíz uno de los pocos obsequios que recibíamos al salir de un establecimiento comercial. Como despedida al dispendio no estaba mal.
Anteriormente al pago de la factura, habíamos tenido la delicadeza de seleccionar las piezas, con unos guantes fabricados con parecido material que las denostabas bolsas. Apenas usadas durante unos minutos y que por el momento continúan en la cartelera de la gratuidad.
Tras la selección, el género era introducido en pequeñas bolsas. Algunas veces cabría la compra entera en una de ellas. Pero seguirá siendo necesario usarlas para separar los distintos tipos de productos que adquiramos.
No es necesario condenar a la quiebra una cantidad creciente de fruterías que florecen en nuestro país. Ahora que los españoles tienden a consumir vegetales a borbotones parece que reclaman nuevos establecimientos. Simplemente es preciso un poco de cordura en el asunto. ¿Pretenden ahorrar las tiendas todas aquellas bolsas que obligatoriamente terminan en el contenedor junto con grandes cantidades de desechos que menospreciamos? ¿Pretendía el gobierno rescatar un sector antes de claudicar tras una expansión meteórica? El sobreprecio es lo de más en cada compra. La inyección vía venta de bolsas duraderas lechuga para hoy y hambre para mañana.
Las panaderías lo tuvieron más sencillo. Cambiaron el plástico por papel. Siguieron así, adelante con el derroche de recursos en el recubrimiento de lo que realmente nos importa. Malgastando toda la tinta posible en beneficio de la publicitación del establecimiento. Aunque todavía resta espacio para todo tipo de anuncios.
Una de estas actividades anunciadas podrían ser las escobas biodegradables. Con palo de madera y barredero de mijo, ratán o espiga. Sirven para lo mismo que las demás pero una vez limpiada toda la mierda del hogar conservan muchas propiedades. Sirven hasta para ser introducidas por el ano de alguna de esas autoridades que se esmeran en mantener tan impoluto este mundo. Allí donde habitualmente sólo penetra el micropene de sus parejas políticas. De moco simbólico, claro, como sus políticas simbólicas.
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