Alicia Sánchez-Camacho seguirá al frente del PP catalán con el 92% de los votos obtenidos a golpe de unidad fingida públicamente en el último congreso. La comedia terminó con el discurso de Soraya Sáenz de Santamaría, fotografías de hermandad y el cambio de etiqueta a utilizar en el partido que aspira a ocupar el segundo puesto en las cámaras catalanas.
Ninguna novedad programática a destacar como ocurre al término de casi todos los congresos de casi todos los partidos. Solamente unas declaraciones de la flamante presidenta que propone un nuevo sistema de financiación pero que no explica del todo. Pero sí que proclama algunos principios en función del micrófono que la entrevista. Según la audiencia subraya el carácter solidario con los contribuyentes con sede fiscal en el resto de España. Según el seguicio incide en la necesidad de ajustar lo recaudado en territorio catalán con lo gastado en el bienestar de los catalanes.
Hablar de sistemas de financiación sin poner un sólo número encima de la mesa es una de las habilidades de los políticos que están al frente de la mayoría de partidos. Alicia Sánchez-Camacho no es la excepción. Las cifras hablarían por sí solas y derribarían todas las tertulias matinales del día siguiente. No habría mensaje que difundir sino hechos. Uno constatado es que el Partido Popular tanto en Catalunya como en el polo opuesto se sostiene unido gracias a las expectativas que sus militantes delegan en la dirección mientras esparza inteligentemente las ganancias obtenidas. Para ello es necesario practicar catalanismo y anticatalanismo fiscal en declaraciones consecutivas que tratan de congregar el máximo número de apoyos en los próximos comicios. Siempre en términos verbales. En caso de gestionar el verbo estrella es repartir. Hay que hacerlo mediáticamente para que a millones de creyentes parezca que en cada papeleta va algún céntimo destinado a su anónima vida.
En el ámbito ciudadano raso las promesas van calando menos. Por una parte la cantidad destinada a cada apoyo se vislumbra de menor cuantía. Por otra la escenificación en congresos partidistas, actos multitudinarios o cámaras de todo tipo va hartando el sentimiento colectivo por saturación de mensajes. Un ejemplo es lo que ocurre en Euskadi. Allí el PP mantenía el apoyo incondicional a un PSOE que gobernaba un territorio hasta entonces prohibido. Pero Basagoiti rompió las relaciones con Patxi López y reclama elecciones anticipadas. Una escenificación que probablemente estuviera en el ideario de ambos líderes y la mayor parte de sus secuaces antes de estrechar la mano. Una estrategia utilizada durante muchos años por parte de dos formaciones teóricamente opuestas pero que mantuvieron pactos de gobierno estables en varias legislaturas. Son los grupos que ahora presiden Alicia Sánchez-Camacho y Artur Mas, quienes también plantean jugar a convocar comicios.
Que lo hagan todos de una vez y se den cuenta de lo que han ido perdiendo desde la última cita con las urnas. Los sondeos hablan más que los dirigentes y revelan la confirmación de un cambio de tendencia incluso refrendado en Francia y mucho más acusadamente en Grecia recientemente. Los líderes de las palabras vacías tienen los días contados. Pero no saben hacer otra cosa que seguir fingiendo. Mientras las alternativas sigan cociéndose en la clandestinidad seguirán en la palestra con la misma estrategia de siempre.
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